Gabriel Albiac: Hay mucha inconstancia en este mundo.

Los historiadores tendrán que examinar cómo nuestra opulenta sociedad fue asfixiada por un cáncer imparable: la inconstancia, en algún momento del futuro. El que nos convertía en marionetas de parvulario, sin nada escondido tras sus espasmódicas agitaciones. Con la excepción de los caprichos de nuevas emociones, eso es. Vivimos en un mundo diletante de liberación perpetua, donde nada está a salvo del desempaque inesperado. Un mundo de ‘primeras veces’, donde las nuevas imágenes deben reponerse constantemente. Para el infante que se alimenta de pantallas y redes, solo existe lo nuevo. No hay inteligencia que pueda soportar tales condiciones.
La guerra se convirtió en parte de las celebraciones que rodearon la inauguración. En televisores, celulares y computadoras, el estreno de su primera bofetada… «Mira, mira, esto es real y a la vieja usanza, y está a solo cuatro cuadras de mi casa, con tanques chatarra, civiles baleados y un déspota de otro era.»